En el aula, como en la vida, los conflictos son inevitables. Sin embargo, la manera en que abordamos estas situaciones en el aula puede marcar la diferencia en el desarrollo emocional y social de los niños.
La filosofía de María Montessori nos recuerda que cada niño es único, con sus propias necesidades, deseos y emociones. Al adoptar este enfoque centrado en el niño, podemos cultivar un ambiente de respeto mutuo y comprensión, donde los conflictos se aborden con empatía y resolución pacífica.
En este artículo, exploraremos los principios fundamentales a tener en cuenta en el aula, así como proporcionaremos consejos prácticos para resolver conflictos de manera constructiva, promoviendo así un ambiente de aprendizaje positivo y enriquecedor.
Principios a tener en cuenta en el aula
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Firmeza y amabilidad:
Es necesario ser firmes y asertivos cuando sea necesario, sin caer en el autoritarismo ni en los castigos. Es importante limitar ciertas conductas de manera amable y agradable.
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Empatía desde el respeto:
Se debe empatizar con los alumnos para comprender sus dudas, miedos e inseguridades, sin juzgar su comportamiento. Solo así se pueden entender las razones de los comportamientos negativos.
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Descubrir al niño:
Conectar con cada niño y descubrir sus gustos, pasiones, preocupaciones y aburrimientos. Esto ayuda a ganar su confianza y comprender sus necesidades.
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Libertad, con rutinas y orden:
Los niños deben sentirse libres para desarrollarse como seres humanos y como parte de su comunidad.
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Enseñar a los estudiantes a tomar decisiones positivas:
Promover un ambiente de respeto y aprendizaje mutuo, de manera que los alumnos se sienten valorados y empoderados.
Lo realmente importante al aplicar estos principios es fomentar un espacio donde se enseñen valores, se modifiquen conductas desde la calma y se refuercen positivamente aquellas acciones que deseamos que los niños mantengan.
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Consejos que te ayudarán a resolver conflictos para niños
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Establecer normas claras, concisas y positivas
Esto ayudará a los estudiantes a adquirir seguridad de cómo deben actuar en clase y saber lo que se espera de ellos. Se deben dictar siempre en positivo, por ejemplo, en lugar de decir: “No se corre” podemos aplicar: “Caminamos despacio”.
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Crear un entorno de amabilidad
Construir un entorno en donde los alumnos se sientan valorados y reconocidos. Demostrando que pueden confiar en los maestros cuando algo no va bien, hacerles sentir que se confía en ellos, mostrar empatía escuchando con interés, de manera que comienzan a percibir a los demás de forma más positiva.
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Sentimiento de pertenencia
Hacer sentir al alumnado que forma parte de la comunidad puede incidir de forma significativa en el proceso de enseñanza-aprendizaje, ya que con un bajo sentido de pertenencia suelen surgir comportamientos inadecuados.
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Toda acción tiene una reacción
Llevar a los estudiantes a la reflexión para hacerles ver que cada acción tiene una consecuencia, positiva o negativa, en cuyo caso se debe procurar que esta tenga una práctica restaurativa (basada en valores) y no punitiva (buscar culpable y poner castigos).
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Establecer un diálogo restaurativo
Usar preguntas como: ¿Qué ha pasado?, ¿Qué pensaste en ese momento?, ¿Qué sentiste?, y ahora, ¿Cómo te sientes?, ¿Qué piensas?, ¿Quién se ha visto afectado y cómo?, ¿Qué necesitan las personas afectadas?, ¿Cómo se puede reparar la situación?, ¿Qué se puede hacer para que esto no vuelva a pasar?
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Identificar las necesidades individuales
Observar los comportamientos inadecuados y comprender que se presentan porque es la única manera que los niños tienen de pedir ayuda debido a que sus necesidades no han sido cubiertas.
El mejor modo de alcanzar el éxito es ir paso a paso, cuando se tiene expectativas muy elevadas, puede retrasar el comienzo de la aplicación del método o incluso podría causar desanimo al observar que no hay cambios rápidamente. Si se avanza paso a paso la misma inercia irá impulsando para seguir adelante y tanto el maestro como los estudiantes se verán beneficiados con ello.